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Comunicación y poder en la escuela. Una mirada desde la pedagogía crítica
Communication and power in school. A look from critical pedagogy
IE Revista de Investigación Educativa de la REDIECH, vol. 11, pp. 1-7, 2020
Red de Investigadores Educativos Chihuahua A. C.

Vega Villarreal Sandra. Comunicación y poder en la escuela. Una mirada desde la pedagogía crítica. 2018. Chihuahua, Chih. (México). Instituto de Pedagogía Crítica. 206pp.. 978-607-98006-0-4

Recepción: 29 Agosto 2019

Aprobación: 01 Diciembre 2019

Publicación: 01 Enero 2020

Introducción

El texto de la doctora Sandra Vega Villarreal puede tener múltiples lecturas, dependiendo de los propósitos del lector. En este caso, la reseña se propone analizar el texto con fines didácticos, para aquellos que se inician en la investigación educativa en relación con la identificación de la perspectiva epistemológica, ontológica y metodológica del estudio. En este sentido, el contenido de la reseña gira en torno al paradigma de investigación, las orientaciones teóricas, la estrategia metodológica, los recursos y técnicas de investigación, así como algunos aportes y limitaciones, terminando con algunas conclusiones.

Paradigma de investigación[1]

El título y el subtítulo de la obra proporcionan pistas para situar el paradigma epistemológico y la perspectiva de investigación: Comunicación y poder en la escuela. Una mirada desde la pedagogía crítica. Ambos nos dan a entender que se trata de un estudio cualitativo que podemos ubicar en la tradición hermenéutica, comprensiva y crítica, iniciada en la segunda década del siglo pasado por la Escuela de Frankfurt. Algunos de sus precursores fueron Max Horkheimer, Teodoro Adorno, Herber Marcuse, Erich Fromm y, recientemente, Jürgen Habermas, Karl-Otto Apel (Bernal, 2006), Paulo Freire, Michel Foucault, Pierre Bourdieu y Gilles Deleuze.

Los antecedentes de la teoría crítica en el campo educativo, según Peter Woods (1998), tuvieron sus inicios en la década de los setenta del siglo pasado en Gran Bretaña, con la denominada Nueva Sociología de la Educación. La teoría crítica, que puede considerarse una reacción al paradigma funcional-estructuralista imperante en ese momento, centró su atención en la construcción y el conocimiento que circula en las escuelas. Para Woods, la Nueva Sociología se dividió en dos tendencias: la primera de resonancia marxista y la segunda con expresiones interaccionistas basada en autores como Harold Garfinkel y Aaron Cicourel (etnometodología), la fenomenología de Alfred Schütz con orientación de Husserl y el interaccionismo simbólico de la Escuela de Chicago.

Supuesto ontológico[2]

Algunas de las características de la teoría crítica es que centra su atención en el estudio de la particularidad de la acción de los agentes sociales, en la que el sujeto y el objeto de investigación se encuentran contextualizados históricamente. Tiene como finalidad la producción de conocimiento para ponerlo al servicio de la sociedad y no del poder; se interesa por impulsar la trasformación de los condicionamientos sociales. La teoría crítica parte del supuesto ontológico de que la realidad social es creada y recreada por los agentes, por lo tanto, es posible transformarla para construir una sociedad fraternal, humana y racional (Bernal, 2006).

Estas cuestiones son coherentes con los propósitos de la investigación de Vega Villarreal enunciados en el capítulo IV como reflexiones finales:

Mostrar a los lectores el peso que las relaciones de poder ejercen sobre las formas de comunicación —lingüísticas, gestuales, cinéticas o de otro tipo— […] destacar, a la luz de estos discursos escolares cotidianos, los sentidos que se ocultan en las propias formas comunicativas (lo que se oculta en lo expresado), los significados latentes e interpretables en aquello que no se dice, porque dimanan de un contexto altamente ritualizado; y es a través de esos rituales que se logra comprender a cabalidad las intenciones comunicativas de los agentes escolares, así como los mensajes no explicitados, pero que subyacen y nutren el orden escolar [Vega, 2018, p. 191].

Podemos destacar el interés de la autora por estudiar la particularidad de lo que sucede en una escuela, como parte de la generalidad de lo que acontece en la sociedad. La particularidad de las relaciones de poder la documentó de manera holística, tomando en consideración la estructura social que predetermina las formas de comunicación que circulan en el colectivo escolar. Esto se expresa, pero también se oculta, en las intenciones comunicativas de directivos, docentes y alumnos.

Reflexión epistemológica

Por otra parte, en la introducción, la autora explica la manera en que realizó lo que autores como Pierre Bourdieu y Loïc Wacquant (2005) denominan “reflexión epistémica”, al hacer explícito su posicionamiento personal, ideológico y político, con la intención de situar el objeto de estudio en los condicionamientos sociales y las prenociones con las que realizó la investigación:

Lo que en este libro arriesgo es el producto de mi reflexión sobre los procesos de comunicación y las relaciones de poder que cobran vida en los espacios escolares. Pero ese reflexionar ha estado nutrido tanto por un largo y sistemático proceso de investigación, como por mis experiencias docentes, mi posicionamiento político-ideológico y mi actividad académica. También ha abrevado en las construcciones teóricas a partir de las cuales he interrogado la realidad social y me he posicionado ante sus fenómenos. Asumir este posicionamiento nos permite, como investigadores, visualizar la realidad más allá de sus manifestaciones empíricas y cuestionarla para alcanzar una comprensión que, sin embargo, estará también delimitada por las condicionantes históricas del contexto [Vega, 2018, p. 19].

Se trata de la necesidad de mantener la vigilancia epistémica en los constructos personales que como agentes sociales poseemos y a partir de los cuales significamos lo que observamos, puesto que son producto de nuestra historia de vida, mediada por el contexto sociohistórico.

Así mismo, la reflexión epistemológica es una obligación para los investigadores cualitativos, para no caer en el realismo ingenuo o la visión sustancialista, que consiste en atribuirles a los fenómenos o procesos significados a partir de sus manifestaciones, sino establecer relaciones con el contexto sociohistórico del cual son producto y productores de sentidos.

En la introducción, Vega Villarreal explica las principales categorías de la obra: comunicación y poder. Las categorías corresponden a la tradición crítica y las utiliza para ilustrar lo que sucede en la vida cotidiana de una escuela primaria. Esto lo hace en los primeros tres apartados: “La comunicación, instrumento de dominación e invasión cultural”; “La comunicación, dispositivo de enajenación y violencia simbólica”, y “La comunicación, herramienta para la contestación y la resistencia política”. Lo anterior se puede considerar una limitación, debido a que antepone categorías teóricas a lo que sucede de manera empírica en el escenario en que realizó el estudio. Sin embargo, el proceso de investigación es diferente al de comunicación, debido a que las categorías teóricas hacen posible interpretar la realidad de manera diferente a como lo hace el sentido común o desde otras perspectivas que compiten para imponer la visión de lo que sucede en la cotidianeidad escolar.[3] Por ejemplo, en la categoría de comunicación destaca lo que ha sido la visión instrumental y sustancialista desde el paradigma positivista y racionalista de la ciencia, el cual consiste en un proceso aséptico conformado por solo la trasmisión de información entre un receptor y un emisor. La autora cuestiona ese modelo porque afirma estar al servicio de la enajenación y el mercado, ahora potenciado por la autopista de la comunicación e información.

Confronta la visión positivista e instrumental con la dialógica, la cual reconoce que quienes se comunican no son objetos sino sujetos, seres humanos que ponen en juego sus ideologías e intereses de acuerdo con la posición que ocupan en el espacio social. La autora afirma basarse en la concepción que promueven comunicólogos y pedagogos latinoamericanos para quienes la comunicación es un proceso cultural, ideológico y político.

Perspectivas teóricas

En los distintos apartados que conforman la obra, la autora se decanta por la concepción dialógica de la comunicación, la cual se encuentra representada por algunos autores de la sociología y pedagogía crítica como Paulo Freire, Henry Giroux y Peter McLaren, entre otros. En esta dimensión, el eje sobre el que se apoya el libro es el análisis de las interacciones comunicativas de alumnos, docentes, directivos y trabajadores manuales en los espacios escolares y la polaridad de intenciones que subyacen a esas interacciones: dominación y control o dialógicas, deliberativas y, por tanto, emancipadoras.

Por otra parte, la categoría de poder es utilizada en el texto desde la perspectiva foucaltiana, en la que el poder no es una sustancia, sino una acción que circula por las relaciones cotidianas. La autora analiza las relaciones e interacciones en la escuela en la que realizó el estudio y la manera en que circula el poder entre profesores, alumnos y directivos.

Utilizando categorías como la caja de herramientas de la pedagogía crítica y foucaltiana de poder, la autora analiza los procesos comunicativos en la comunidad escolar. De ahí que en el texto los conceptos recurrentes sean: alienación, concienciación, liberación, hegemonía, resistencia, oposición, control, contestación, entre otros. Sin embargo, también utiliza las aportaciones de la teoría psicoanalítica y marxista; la primera con la categoría de sublimación y la segunda para explicar la enajenación del proceso de trabajo de docentes y alumnos. Así mismo las categorías de “habitus” y “poder simbólico” del estructuralismo genético de Pierre Bourdieu, que según la autora predefinen las relaciones comunicativas entre los agentes sociales.

Estrategia metodológica

La estrategia metodológica que se utilizó en el estudio fue la etnografía, ya que se propuso reconstruir la cultura escolar, los procesos de comunicación y el poder que circula en una escuela ubicada en la ciudad de Chihuahua, México. Los recursos de investigación que apoyaron el proceso fueron los que caracterizan a la etnografía: la observación participante mediante el registro de las manifestaciones verbales y no verbales del colectivo escolar, así como entrevistas y documentos diversos. Con ese arsenal de recursos teóricos y metodológicos reconstruyó en tres capítulos la comunicación y el poder que circulan en la cultura escolar junto con las asimetrías que suceden cotidianamente. Los títulos de los capítulos reflejan el uso de categorías teóricas o empíricas.

En el capítulo primero, titulado “La comunicación, instrumento de dominación e invasión cultural”, recrea el proceso comunicativo utilizado por los agentes dominantes de manera directa con fines de sometimiento y algunas de las técnicas utilizadas para conservar el poder. Una de las escenas que me permito compartir, ubicada en el apartado “Comunicación como acción directa y violenta”, reconstruye la acción social de sometimiento directo utilizado por los agentes escolares, la cual es analizada con el arsenal teórico de la pedagogía crítica.

La escena se desarrolla cuando termina la hora de recreo y los docentes y directivos se afanan por mantener en orden a los alumnos, a fin de que se formen en filas y así reanuden las clases en sus respectivos salones:

…de pronto la directora se pone frente al contingente de filas y comienza a callar a todos elevando el volumen de voz…

Directora: “Ya cállense, vienen a formarse para estar con la boca cerrada, si no, mejor quédense allá, si se van a formar van a estar callados” —dice con voz imperativa —; pero luego, con voz más suave, empieza a dar información… [Vega, 2018, p. 47].

En el segundo capítulo, “La comunicación, dispositivo de enajenación y violencia simbólica”, la autora analiza el poder simbólico en los procesos comunicativos y la manera en que es aceptado con la complicidad de quienes lo padecen. La aceptación se realiza de manera no consciente, por el proceso de normalización en que viven los agentes escolares, el cual forma parte de su contexto sociocultural.

El tercer capítulo, “La comunicación, herramienta para la contestación y la resistencia política”, muestra los procesos de oposición y resistencia, la sublimación, los actos solidarios, los enfrentamientos directos e indirectos que realizan los agentes sociales en el proceso comunicativo, puesto que el poder no es monolítico, sino que circula entre los agentes participantes.

Conclusiones

En sí, Vega Villarreal muestra con evidencias empíricas, interpretadas teóricamente, la posibilidad de utilizar el proceso de comunicación como emancipación, cuando los oprimidos se enfrentan y vencen el poder político de la autoridad.

Una de las razones por la que se sugiere la lectura del texto a los que se inician en la investigación educativa es que permite analizar la coherencia epistemo-metodológica y el uso de las categorías de la pedagogía crítica, el estructuralismo genético de Pierre Bourdieu, la visión del poder de Michel Foucault, las teorías marxista y psicoanalítica, las cuales son utilizadas para interpretar, explicar y comprender los datos empíricos.

En general, en el texto es posible identificar una aportación al campo educativo y a la sociedad, con la invitación para que reflexionemos sobre cómo la escuela es permeable a los procesos de opresión que se desarrollan en la sociedad a través del poder simbólico de la comunicación. Sin embargo, como lo afirma Vega Villarreal, la comunicación puede utilizarse como medio de enajenación y manipulación, pero también como medio de emancipación mediante la concienciación de los agentes sociales para construir otro futuro posible, trasformando las condiciones de opresión.

Con las aportaciones de Vega Villarreal sobre la vida cotidiana en las escuelas utilizando la pedagogía crítica y desde otras perspectivas teóricas de carácter cognitivo (Jackson, 1992), sociológico (Dubet y Martucceli, 1998) o sociomoral (Fuentes, 2005), podemos comprender que las diversas actividades que suceden en los espacios escolares, en la formación del futuro ciudadano, no son neutrales, sino que se encuentran predeterminadas por el contexto sociohistórico en el que tienen lugar. Así mismo, la lectura de las distintas obras nos permite analizar la coherencia de los planteamientos epistemológicos, ontológicos y metodológicos para comprender el proceso de indagación y no solo su contenido.

Referencias

Bernal Torres, C. (2006). Metodología de la investigación. México: Pearson Educación.

Bourdieu, P. y Wacquant, L. (2005). Una invitación a la sociología reflexiva. México: Siglo XXI.

Dubet, F. y Martuccelli, D. (1998). En la escuela. Sociología de la experiencia escolar. España: Losada.

Fuentes, S. (2005). Logro escolar y poder. Sus implicaciones en el desarrollo sociomoral de los estudiantes de una escuela secundaria técnica. México: Plaza y Valdez.

Jackson, P. (1992). La vida en las aulas. Madrid, España: Morata.

Lukas, J. y Santiago, K. (2009). Evaluación educativa. Madrid: Alianza Editorial.

Kuhn, T. (1993). La estructura de las revoluciones científicas. México: Fondo de Cultura Económica.

Vega Villarreal, S. (2018). Comunicación y poder en la escuela. Una mirada desde la pedagogía crítica. Chihuahua, México: Instituto de Pedagogía Crítica.

Woods, P. (1998). Investigar el arte de la enseñanza. El uso de la etnografía en la educación. Barcelona: Paidós.

Notas

[1] Se utiliza el concepto de “paradigma” en el sentido sociológico que le asigna Tomas D. Kuhn (1993, p. 269): “…significa toda la constelación de creencias, valores, técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad dada”.
[2] El supuesto ontológico aborda la naturaleza de la realidad social, si es creada por los agentes sociales o si existe como algo externo a estos, como los objetos físicos de la naturaleza (Lukas y Santiago, 2009).
[3] Algunos investigadores han analizado lo que ocurre en la vida cotidiana de las escuelas, como Jackson (1992), quien desde el interaccionismo cognitivo acuñó la categoría analítica de “currículum oculto” para referirse a las distintas prácticas no prescritas desde la administración, pero que generan actitudes y disposiciones con finalidades adaptativas en los agentes sociales; la del equipo de Dubet y Martucceli (1998), quienes, desde la sociología, tomaron por objeto de estudio las relaciones subjetivo-objetivas de los agentes escolares para proponer que la escuela no solo produce sujetos con ciertas disposiciones y actitudes, sino que fabrica agentes que trabajan sobre sí en las experiencias escolares mediante estrategias diversas que les posibilitan el manejo de sus vidas y educación; en el contexto nacional, Fuentes (2005) toma por objeto el logro escolar y las implicaciones que tiene en la personalidad sociomoral; utiliza las aportaciones de Foucault, Piaget y Kolberg para interpretar las prácticas y discursos en estudiantes del nivel medio superior, entre otros.

Notas de autor

* Felipe de Jesús Perales Mejía. Profesor-investigador de la Unidad 052 de la Universidad Pedagógica Nacional en Torreón, Coahuila, México. Es doctor en Educación por la Universidad de Málaga, España, y es miembro del Consejo Mexicano de Investigación Educativa. Perteneció al Sistema Nacional de Investigadores en el periodo 2009-2015. Entre sus publicaciones recientes se encuentran los artículos “La participación social en la educación: entre propuestas innovadoras y disposiciones históricas” (2016), en Revista Electrónica de Investigación Educativa, y “La participación social en educación: entre el habitus comunitario y la obligación administrativa” (2014), en CPU-e Revista de Investigación Educativa.


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