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Innovación educativa como elemento de la doble responsabilidad social de las universidades
José Carlos Vázquez Parra; Viviana Ortiz Meillón
José Carlos Vázquez Parra; Viviana Ortiz Meillón
Innovación educativa como elemento de la doble responsabilidad social de las universidades
Educational innovation as an element of the double social responsibility of universities
IE Revista de Investigación Educativa de la REDIECH, vol. 9, núm. 17, pp. 133-144, 2018
Red de Investigadores Educativos Chihuahua A. C.
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Resumen: Cada vez es más usual que las universidades del mundo se sumen al esfuerzo internacional para mejorar la educación y brindar servicios de calidad para la mayor cantidad de jóvenes. Sin embargo, es lamentable cuando el aumento de la calidad pudiera verse mermado por una falta de interés en emprender y adoptar procesos de innovación en sus modelos educativos, quedando rezagados en lo que ofrecen. Hoy por hoy, no basta con repetir modelos que muchas veces resultan obsoletos para las nuevas necesidades de la industria 4.0; es necesario innovar. El presente artículo busca hacer una reflexión sobre la necesidad de la innovación educativa como parte de la responsabilidad social que tienen las universidades con la comunidad, al considerar que no basta con ser responsables desde un enfoque asistencialista si no se hace lo que intrínsecamente les corresponde al brindar educación de calidad a las futuras generaciones.

Palabras clave:responsabilidad social universitariaresponsabilidad social universitaria, calidad educativa calidad educativa, desarrollo desarrollo, tecnologías de la información tecnologías de la información, competitividad competitividad.

Abstract: It is increasingly common for universities around the world to join the international effort to improve education and provide quality services for the largest number of young people. However, it is regrettable when the increase in quality could be diminished by a lack of interest in undertaking and adopting innovation processes in their educational models, being left behind in what they offer. Nowadays, it is not enough to repeat models that are often obsolete for the new needs of Industry 4.0; it is necessary to innovate. This article seeks to reflect on the need for educational innovation as part of the social responsibility that universities have with the community, considering that it is not enough to be responsible from a welfare approach, if they do not do what intrinsically corresponds to them, by providing quality education to future generations.

Keywords: university social responsibility, educational quality, development, information technology, competitiveness.

Carátula del artículo

Contenido

Innovación educativa como elemento de la doble responsabilidad social de las universidades

Educational innovation as an element of the double social responsibility of universities

José Carlos Vázquez Parra*
Tecnológico de Monterrey, Guadalajara, México, México
Viviana Ortiz Meillón**
Tecnológico de Monterrey, Guadalajara, México, México
IE Revista de Investigación Educativa de la REDIECH, vol. 9, núm. 17, pp. 133-144, 2018
Red de Investigadores Educativos Chihuahua A. C.

Recepción: 24 Mayo 2018

Aprobación: 21 Agosto 2018

Introducción

Es curioso que en la última década se hable de la innovación educativa como si esta noción fuera realmente nueva. Ya desde la década de los setenta del siglo pasado, los discursos académicos mencionaban la posibilidad y necesidad de innovar de manera constante los modelos educativos para que estos pudieran estar realmente aparejados a las necesidades de los estudiantes (Morales, 2010). Sin embargo, con la nueva oleada tecnológica, parece ser que la innovación educativa ha tomado un nuevo sentido, perfilándose, de manera prioritaria, a la inclusión de tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) al aula de clases; de esta manera, pareciera que la innovación estuviera enfocada en el uso de herramientas y no en postulados académicos de índole pedagógico. Aun así, no se puede negar que el siglo xxi es un nuevo momento para la educación, tomando esta última un lugar prioritario en el desarrollo de las competencias y habilidades de los trabajadores y líderes del mañana (Méndez y Del Moral, 2015).

De esta forma, hablar de innovación educativa trae consigo considerar la introducción de nuevos contenidos curriculares, la utilización de diferentes materiales y diversas tecnologías, la aplicación de nuevas estrategias o modelos de enseñanza y el cambio de las creencias acerca de los roles de los actores educativos (Correa y Pablos, 2009). Sin embargo, ¿qué necesidad tienen las instituciones educativas de adoptar esta nueva visión de sus procesos de formación?, ¿acaso no resulta suficiente dar una óptima educación tradicional, dejando la formación para la industria en manos de los capacitadores internos de las compañías?

Según el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, WEF, 2017), gran parte de la información y conocimiento en la que se fundamentan las decisiones del mundo se generan en las universidades. Por ello, es relevante que estos entes puedan estar en constante evolución y se adapten a las necesidades del entorno. Las instituciones educativas requieren transformarse a la par del mundo, y sus estudiantes deberán desarrollar competencias, hábitos y habilidades suficientes para poder afrontar los retos venideros (Moreno, 2000).

Entonces, ¿será la innovación educativa una responsabilidad para las universidades y que el impacto de dicha innovación debe ir más allá de los muros institucionales?, ¿acaso ser una universidad de excelencia debe implicar le responsabilidad que tiene la institución de generar profesionistas de alta calidad académica?; incluso, ¿podría decirse que es parte de su responsabilidad ante la sociedad? El presente artículo busca una aproximación a la relevancia que tiene la innovación en los procesos de formación educativa, no solo como un elemento fundamental para lograr la formación de profesionistas competentes que ejercen, sino también como parte de la ineludible responsabilidad social que tiene la universidad con su comunidad. Así, se propone la necesidad de ver la responsabilidad social universitaria con un doble enfoque, en el que se consideren tanto sus aportaciones comunitarias y filantrópicas, como su responsabilidad hacia la formación de recursos humanos de alta calidad para afrontar los problemas de la sociedad del futuro.

La importancia de la innovación educativa en el desarrollo de las sociedades

Innovación significa literalmente la acción o efecto de innovar. El término suele utilizarse para nuevas propuestas, inventos o ideas y cómo estas pueden ser implementadas para la resolución de un problema o el mejoramiento de un proceso (Rosenberg, 1979). Nelson y Winter (1982) consideran que la innovación es una parte fundamental del vasto impulso del progreso, y que a través de esta se alcanza no solamente la respuesta a problemas, sino que también provee nuevos elementos que permiten realizar nuevas combinaciones que finalmente faciliten la resolución de problemas futuros.

Con base en su grado de originalidad, existen dos tipos de innovación: la innovación incremental, que se da cuando se mejora un producto, proceso o servicio existente, y la innovación radical, cuando se constituye un nuevo producto, una aplicación novedosa o una combinación de otros existentes, pero nunca usada o imaginada antes (Wasserman, 2012).

Sin embargo, la innovación no únicamente tiene este sentido aplicado a la economía, sino que también se da en los modelos de negocio, innovación de los servicios, innovación técnica, innovación en el diseño, innovación social o, por supuesto, la innovación educativa (Naranjo y Calderón, 2015). De esta forma, el término innovación puede ser considerado como un concepto ambiguo, aunque suele delimitarse a todo aquello que evoca un cambio o cierto grado de novedad (López G. , 2004).

Según Murillo (2017), la innovación educativa se apega al sentido original de la innovación, aunque contempla múltiples aspectos, como lo son la innovación tecnológica, la innovación didáctica, la innovación pedagógica, la innovación en los procesos e, incluso, la innovación en el rol que desempeñan las personas en los procesos educativos. Así, la innovación educativa, en general, implica la implementación de un cambio significativo en los procesos de enseñanza y de aprendizaje y considera modificaciones en materiales, contenidos, métodos y cualquier otro aspecto relacionado con la enseñanza (Ezpeleta, 2004).

Según López y Heredia (2017), la innovación educativa puede ser de varios estilos:

  1. • Innovación disruptiva. Aquella que tiene el potencial de impactar a todo el contexto educativo, haciendo un cambio drástico que modifica permanentemente la forma en que se relacionan los actores, los medios y el entorno mismo.

    • Innovación revolucionaria. Aquella que presenta un nuevo paradigma educativo y revela un cambio fundamental en el proceso de enseñanza. Contempla un cambio significativo en las prácticas existentes.

    • Innovación incremental. Es un cambio que se construye a partir de lo que ya existe, tomando en cuenta diseños preestablecidos que refina o mejora.

    • Mejora continua. Es un cambio parcial de algunos de los elementos del proceso de enseñanza, sin que esto altere de forma relevante el proceso.

Según Bustos (2015), la innovación permite generar nuevo conocimiento y plantea soluciones a problemas que pueden relacionarse con múltiples aristas, lo que, a mediano y largo plazo, puede significar el crecimiento económico, la mejoría en la productividad y el desarrollo social de una nación.

Si bien las universidades no son directamente el motor de las economías, sí son un actor estratégico para el cambio hacia una economía sostenible y verdaderamente desarrollada, ya que, por medio de la innovación educativa, se forman profesionistas mejor preparados para enfrentar los problemas y retos que les presenta la sociedad contemporánea.

La innovación educativa y su impacto con la competitividad de las economías latinoamericanas

Se debe considerar que la innovación, de manera general, ha sido vista como un medio para lograr ventajas competitivas entre las economías, las naciones e incluso los profesionistas, ya que mantenerse actualizado o contar con más, mejores y más actualizadas herramientas, tanto de conocimientos y habilidades como de actitudes e incluso valores, ubica al agente en una posición ventajosa al de sus colaterales (Geroski, 1989). Por ende, en las últimas décadas los gobiernos en el mundo han puesto un gran interés en lograr ventajas competitivas que les permitan alcanzar un crecimiento económico sustentable, equiparable o mayor que el de sus partes. Una de las formas a las que se recurre con más frecuencia para lograr estas ventajas es el desarrollo de una mejor capacidad de tomar decisiones y responder a los problemas, para lo cual se debe contar con profesionistas mejor preparados y sensibilizados ante las necesidades de emprendimiento y de la innovación (Freeman, 1993).

La innovación educativa apoya a que los profesionistas estén más capacitados para la competencia global y de esta manera podrán adaptarse mejor a las condiciones cambiantes del entorno (CII, 2011). Según el Reporte Global de Competitividad del Foro Económico Mundial (WEF, 2014), la innovación se constituye como uno de los doce pilares determinantes para la mejora de la competitividad de los agentes internacionales, y por ello la importancia de que el Estado, las universidades y las empresas trabajen de forma conjunta, de tal manera que las innovaciones generadas realmente impulsen la economía (Peña y Urbano, 2015). Por lo anterior, es que Charreau (2001) plantea que la innovación es una vía importante para la prosperidad, por lo que debe considerarse como una inversión y de ninguna manera como un gasto, pues de ello puede depender la sostenibilidad de los procesos a mediano y largo plazo.

Esta situación es la que ha permitido identificar que la innovación educativa sea particularmente importante para los profesionistas de países cercanos a las fronteras del conocimiento, ya que, en estas economías, la creatividad y el emprendimiento se constituyen como elementos económicamente valiosos, a diferencia de aquellas economías que solo integran y adaptan conocimientos exógenos en los productos que manufacturan (Naranjo y Calderón, 2015). Sin embargo, si estas últimas naciones no invierten en una mejora de sus procesos educativos, difícilmente podrán romper con esta dependencia en sus industrias.

Se considera que un país con mayores fortalezas en sus recursos humanos tendrá más capacidad para incrementar su productividad, no solo por el efecto directo que genera un colaborador bien capacitado, sino también porque gracias a la innovación y a la mejora de procesos que estos plantean, se está en una mejor posición para enfrentar las incertidumbres generadas por el actual entorno de competencia global y para adaptarse a las condiciones cambiantes (CII, 2011). Según Charreau (2001), la innovación, y por ende la innovación educativa, puede fungir como un catalizador de la prosperidad nacional, lo que justifica la inversión en investigación, que terminará por redundar en mejoras aplicables a la industria.

Castaños (1994) plantea que el rol de México y de algunas otras economías latinoamericanas dependerá de la efectividad que estos países y sus profesionistas tengan ante los retos de la llamada industria 4.0, lo que se relaciona en gran medida con la manera en que sus instituciones educativas incluyan estas necesidades en sus procesos de formación. Puede afirmarse, entonces, que el éxito de sus economías en lograr una integración satisfactoria a la economía mundial depende del grado en que consigan vincular sus procesos de formación e investigación con el desarrollo industrial y tecnológico de sus regiones. Según Freeman (1993), se puede decir que los países altamente competitivos serán aquellos con inversiones elevadas en áreas como las tecnologías de la información, la investigación y el desarrollo, las ciencias básicas y aplicadas, así como en la formación de recursos humanos apegados a estas nuevas necesidades.

Por consiguiente, diferentes organismos internacionales han buscado hacer hincapié en el importante rol que juega la innovación en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas, especialmente de aquellos que viven en países emergentes o en desarrollo (Mosqueda y Millán, 2013). Modelos institucionales con este interés son el Instituto de Innovación Social de la Universidad Ramon Llull (ESADE, 2015) y el Centro de Innovación Social de la Universidad de Deusto (Deusto, 2015), quienes buscan contribuir al desarrollo de sus comunidades por medio de la investigación, la formación y la divulgación en temas de responsabilidad social empresarial, liderazgo, emprendimiento social e innovación en sus estudiantes.

En resumen, “la innovación eleva la calidad de vida de las personas” (Comité Intersectorial para la Innovación, 2011). Por este motivo es necesario establecer políticas a corto, mediano y largo plazo que permitan fortalecer la cadena establecida entre educación, ciencia básica y aplicada, tecnología e innovación (CII, 2011), ya que estas relaciones se vuelven sumamente relevantes cuando se habla de la formación del capital humano que tomará las decisiones del día de mañana.

Por ende, la innovación aplicada a la educación se convierte en una necesidad para las instituciones educativas, ya que solo aquellas universidades que se mantengan actualizadas y con una apertura a la mejora continua podrán responder a las necesidades de su sociedad, cumpliendo con su misión de formar profesionistas cada vez más preparados para afrontar los nuevos problemas sociales. Así, la innovación educativa se constituye como un elemento clave de la calidad de las instituciones, tanto para la actualidad como para el futuro a mediano y largo plazo.

La doble responsabilidad social de las universidades

De acuerdo con el Foro Económico Mundial (World Economic Forum, WEF, 2017), la responsabilidad social empresarial (RSE) se refiere a todas aquellas prácticas que involucran una participación activa en iniciativas de bienestar social y desarrollo, mismas que pretenden que las organizaciones puedan devolver a la sociedad y a las naciones un poco de lo mucho que se han beneficiado de la misma. El concepto académico de la RSE no es realmente algo nuevo, ya que desde 1953, en el libro de Howard Bowen (1953), Social responsibilities of the businessman, se ha venido discutiendo sobre la manera idónea en que debe darse esta nueva visión de las organizaciones. Bowen consideraba que el actuar de las empresas tiene un impacto muy concreto en una gran parte de los ciudadanos, por lo que es necesaria la vinculación de políticas y toma de decisiones de las organizaciones, así como de los productos y servicios que generan, con base en los objetivos y valores de la sociedad en general.

De esta forma, la responsabilidad social se constituye como un medio por el cual las organizaciones ponen atención a la manera en que contribuyen a su entorno, podrían hacerlo por medio de los productos que generan, los servicios que prestan o, en el caso de las universidades, los profesionistas que forman.

Hay que considerar que según la noción de responsabilidad social definida por la norma ISO26000 (ISO, 2017), la responsabilidad se gesta a partir de los impactos de la organización. Esta visión es la que comparte François Vallaeys (2014), quien plantea que la responsabilidad social de las universidades debe centrarse en el impacto que las mismas llegan a tener socialmente, tanto desde sus colaboradores, sus estudiantes, los conocimientos que construyen, sus decisiones académicas e incluso los impactos que surgen de sus relaciones con su entorno. Así, la responsabilidad de las universidades puede dividirse en aquellos de carácter organizacional y las de carácter académico.

Organizacionalmente hablando, la responsabilidad social de una universidad se centra en la forma en que responde a los problemas sociales de su entorno de manera directa; es decir, con proyectos que realiza la propia institución para resolver o enfrentar dichas carencias (Remolina, 2003). Estos pueden ser tanto con la generación de emprendimientos sociales, con programas de servicio social, con proyectos de carácter comunitario o, incluso, con programas de corte puramente filantrópico.

Sin embargo, la responsabilidad social de la universidad no queda ahí, ya que existe aquella, de carácter académico, que va aparejada a las funciones intrínsecas de cualquier institución educativa. La responsabilidad social académica de las universidades responde a la necesidad y obligación que tienen estas organizaciones hacia la sociedad de brindar profesionistas preparados para enfrentar los retos del futuro (Hernández, Alvarado y Luna, 2015). En este punto es donde la innovación educativa toma su lugar como elemento relevante de la responsabilidad de toda universidad, ya que si sus procesos académicos y formativos no son innovadores, realistas y se proyectan al futuro, sus futuros profesionistas estarán temporalmente limitados a las necesidades y requisitos de la sociedad en el tiempo y lugar donde se ejerza la labor de la institución. Sin lugar a dudas, la universidad es responsable de los recursos humanos del mañana, por lo que, aparejados a la concepción mínima de sostenibilidad, debe responder con la formación y promoción de recursos innovadores hoy, sin sacrificar lo que estos recursos puedan hacer en las generaciones futuras (Ruiz y Soria, 2009).

Así es que podemos plantear la posibilidad de esta doble responsabilidad de las universidades (figura 1) como una obligatoriedad de cualquier institución educativa que se diga socialmente responsable.


Fig. 1.
Doble responsabilidad social de las universidades.
Elaboración propia

Cabe señalar que esta visión busca dejar en claro que la responsabilidad social de las universidades no puede quedar únicamente centrada en un tema de compromiso social con las comunidades necesitadas, ya que esto resulta un simple paliativo, si por otro lado la organización no atiende de manera responsable los procesos propios que le corresponden.

Lo que motiva a este modelo de doble responsabilidad es la necesidad que tienen las universidades de atender las obligaciones que surgen de los problemas sociales de su entorno, ya que la responsabilidad social presupone la socialización de la responsabilidad, atendiendo a lo que le corresponde considerar de dichas necesidades. Diría Vallaeys (2014) que no hay nada mejor que una comunidad universitaria que vive plenamente su anclaje territorial en la sociedad, consciente de la responsabilidad social de sus impactos y de la necesidad de atender a lo que la misma sociedad le reclama. Por ende, la responsabilidad social universitaria debe ampliarse bajo estos dos enfoques, considerando su responsabilidad organizacional y su responsabilidad académica.

La necesidad de ampliar la visión

Con base en lo anteriormente expuesto, se ha buscado información que ofrezca un panorama general de lo que se comprende hoy en día por una universidad socialmente responsable. Según la evaluación realizada por QS Top Universities (2018), la responsabilidad social de las universidades debería centrarse casi exclusivamente en los apoyos de carácter comunitario o social de las instituciones hacia su entorno, ya que según su ranking internacional 2017 de universidades socialmente responsables, los elementos a considerar son: inversión y desarrollo de la comunidad, trabajo de caridad y ayuda en desastres, desarrollo regional del capital humano e impacto medioambiental (QS Top Universities, QS Stars University Ratings, 2018).

Aunque podría llegar a parecer que este ranking incluye la calidad en la formación de los estudiantes al señalar el desarrollo del capital humano, no es así, ya que este indicador lo que incluye es la proporción de graduados empleados en la región, o bien los estudiantes que provienen de la región. La intención de este aspecto a evaluar es mejorar la economía regional a partir de brindar personal capacitado.

Aunque esta evaluación resulta ser muy interesante, no profundiza en la responsabilidad que tienen las universidades sobre la preparación de excelencia de sus estudiantes o la innovación de sus procesos educativos. Esto termina dando un ranking bastante interesante y personalmente un poco controversial (tabla 1), en el que parece ser que la noción de responsabilidad social que se considera para esta evaluación no está relacionada con la calidad y el cumplimiento de su primera responsabilidad, que es formar los mejores profesionistas.

Tabla 1.
Las 10 mejores universidades socialmente responsables y su lugar en el ranking internacional

Elaboración propia (QS Top Universities, QS Stars University Ratings, 2018).

Como se puede apreciar en la tabla referida, las universidades consideradas como las más socialmente responsables no necesariamente son las mejores o las que apuestan más a la innovación, lo cual es contrastante con la visión que aquí se propone.

Por otro lado, se ha hecho una revisión informativa acerca de los elementos que se valoran al hablar de una institución innovadora. Se encontró que el concepto de innovación no necesariamente se relaciona con los procesos educativos. El ranking de las universidades más innovadoras se enfoca primordialmente en la mayor producción académica, la presentación de patentes y el desarrollo de proyectos de investigación, sin considerar los procesos internos de formación de sus estudiantes (QS Top Universities, 2018). De igual manera, nos encontramos que la innovación, como se entiende en estas evaluaciones institucionales, no necesariamente responde a las mejores universidades (tabla 2).

Tabla 2.
Las 10 mejores universidades en innovación y su lugar en el ranking internacional

Elaboración propia (QS Top Universities, 2018).

A pesar de que la primera responsabilidad que tiene la universidad hacia la sociedad es la de la formación óptima de sus estudiantes, por medio de modelos educativos de calidad, innovadores encaminados al desarrollo de competencias profesionales, parece ser que esto se presume por considerar que es una obligación que le corresponde por su naturaleza como centro educativo. Sin embargo, si la universidad no mejora, no garantiza la calidad de su educación ni ofrece una formación excelente e innovadora, no solo debe considerarse que falta a su razón de ser, sino también a la responsabilidad social que como organización posee, al tener el deber de formar profesionistas capacitados para resolver los problemas del futuro.

Reflexión final: la innovación educativa como elemento fundamental de la responsabilidad social académica de las universidades

No podemos negar que vivimos en un entorno sumamente cambiante y retador para las nuevas generaciones. Ya sea en el ámbito personal, como en el profesional, los requerimientos de la sociedad van cada vez más de la mano de las necesidades de los ciudadanos, lo cual incluye un amplio espectro tecnológico, la importancia del desarrollo de habilidades sociales e interpersonales, así como la capacidad de tomar decisiones cada vez más incluyentes e integrales (Andújar et al., 2008).

La labor de la universidad se ha vuelto de sumo interés para la sociedad, ya que es en ella en donde se forma hoy a los que van a vivir, trabajar y decidir en el futuro (Martínez, 2016). Las generaciones del mañana se encuentran en las aulas del presente. Sin embargo, ¿cuántas universidades realmente están conscientes de esta gran responsabilidad que recae en sus instituciones?

El presente artículo ha buscado ofrecer un panorama general de cómo la innovación educativa no es un elemento adicional que algunas universidades puedan ofrecer a sus estudiantes como un diferenciador o un valor agregado, sino más bien que la innovación educativa es una responsabilidad que toda institución debe trabajar e implementar con la intención de cumplir con su compromiso intrínseco hacia la sociedad.

Como parte de esta reflexión, se ha analizado la necesidad de ampliar la noción de responsabilidad social universitaria, considerando que no es posible centrarse en la concepción de corte filantrópico que muchas veces se viene arrastrando, ya que la primera responsabilidad que tiene toda institución educativa con la sociedad es la que se ejerce cada día en sus aulas, y no necesariamente con trabajo comunitario.

De esta forma, este texto busca arrojar luz sobre la necesidad de profundizar en estos temas, y aunque queda abierta la posibilidad de plantear un modelo de esta doble hélice de la responsabilidad social universitaria, el presente artículo cumple su objetivo al argumentar la necesidad del mismo.

Como conclusión, es necesario que las universidades comprendan que sus estudiantes son el recurso humano del mañana, y así como lo señala el informe de Brundtland (Bermejo, 2014), la sostenibilidad es la capacidad que tiene la sociedad y las organizaciones de satisfacer las necesidades de la actual generación sin sacrificar la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades, buscando un equilibrio entre todos los recursos, sean estos culturales, ambientales, económicos o humanos.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas de autor
* José Carlos Vázquez Parra. Profesor-investigador de la Escuela de Humanidades y Educación, Tecnológico de Monterrey, Guadalajara, México. Es doctor en Estudios Humanísticos por el Tecnológico de Monterrey. Su línea de investigación se enfoca en temas relacionados con la racionalidad del comportamiento, la responsabilidad social y la innovación educativa. Ha sido reconocido con la Medalla Arturo Díaz Alonso 2015 de la FCA de la UNAM. Cuenta con más de cincuenta artículos académicos en revistas de prestigio, nueve libros y múltiples ponencias en congresos nacionales e internacionales. Es miembro del Sistema Nacional de Investigadores Nivel 1.
** Viviana Ortiz Meillón. Profesora de cátedra de la Escuela de Humanidades y Educación, Tecnológico de Monterrey, Guadalajara, México. Es maestra en Educación con Especialidad en Comunicación por el Tecnológico de Monterrey, así como licenciada en Psicología por la Universidad de Colima. Actualmente es doctoranda en Ciencias del Desarrollo Humano por la Universidad del Valle de Atemajac. Ha sido reconocida múltiples ocasiones como la profesora mejor evaluada dentro de su departamento académico. En los últimos años ha complementado su labor con el diseño e impartición de cursos y talleres para personal docente.

Fig. 1.
Doble responsabilidad social de las universidades.
Elaboración propia
Tabla 1.
Las 10 mejores universidades socialmente responsables y su lugar en el ranking internacional

Elaboración propia (QS Top Universities, QS Stars University Ratings, 2018).
Tabla 2.
Las 10 mejores universidades en innovación y su lugar en el ranking internacional

Elaboración propia (QS Top Universities, 2018).
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